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Alejandra Valero, la diseñadora de novias de la nueva jet: "Hay una línea entre lo romántico y lo cursi que yo nunca traspasaría"

Por hollisterclothingoutlet 20/05/2022 620 Puntos de vista

Mi madre trabajó durante más de 15 años en el gremio de las bodas. En concreto, en varias tiendas de vestidos de novia. Y de entre los recuerdos que guardo de tantas tardes en aquellas tiendas, a la vuelta del cole o el instituto, el más poderoso es la visión de unas gruesas cortinas de terciopelo verde que se abren como las de un escenario y empiezan a vomitar desde el probador a una madre, una suegra, dos hermanas, una cuñada, tres primas, la yaya, dos amigas, la tata, una embarazada, una adolescente de uniforme, la madrina y, claro, la novia. Y mi madre, la última, agotada después de probarle a esta última todos los vestidos de la tienda y de escuchar las opiniones encontradas del séquito.

Han pasado casi 40 años desde entonces, la moda ha cambiado infinitas veces, pero las bodas siguen (el año pasado se celebraron en España 90.416 según datos del INE) y los vestidos de novia también. No hay rito sin mito, dicen, pero lo cierto es que el aumento de las bodas civiles (el año pasado supusieron el 90% del total) no ha impedido que el ritual de la boda, que incluye entre sus momentos cumbre la compra del vestido de novia, siga conservando una salud de hierro.

Y hay cosas que no cambian. «Nunca hemos tenido aquí a un novio acompañando a la novia para probarse un vestido. Alguno para recogerlo, nada más», dice Alejandra Valero, la diseñadora de trajes de novia preferida de la que podríamos llamar 'jet alternativa', una alta burguesía que sintoniza con valores como la naturalidad, la sencillez, la autenticidad, que se gasta el mismo dinero que la otra en la boda, pero saltándose la liturgia convencional, también en el vestir. Y en el protocolo del comprar: «Hay novias que vienen solas, no quieren que las condicionen, solo aparecen con su madre al final, cuando todo está decidido».

Para esa novia «muy relacionada con el mundo de la creatividad, que siempre tiene muy claro lo que quiere y que busca algo único, especial», Alejandra Valero es Dios. Vende -a partir de 5.000 euros si el vestido es cien por cien a medida- para toda España, pero no le faltan clientas en Australia, Estados Unidos, Inglaterra, Francia... «Aunque el boca a boca nos ha ayudado, la verdad es que Instagram es lo que marca la diferencia. Es un trampolín increíble. Su impacto es tan grande que a veces da vértigo», se asombra.

Cómo ha escalado este Everest de blonda y encaje esta madrileña que trabaja hombro con hombro con su madre, Concha Hernández, tiene íntima relación con un vestido concreto: el de su propia boda. «Yo estudié Diseño, me he criado con la moda en casa (su madre ha trabajado 25 años en el sector) y he vivido muy de cerca la importancia de cuidar el detalle. Empecé en Inditex y al cabo de un tiempo me di cuenta de que me apetecía hacer cosas exclusivas, a las que poder dedicar tiempo sin estar condicionada por el precio. Aunque algunas amigas me pedían como favor que les hiciese su vestido de novia, el origen del atelier estuvo en mi propia boda en 2013. Hice el vestido y una celebración muy bonita que se publicó en varios sitios, y empezaron a pedirme vestidos. Así que dijimos: igual es el momento de dedicarse a esto. Y hasta hoy».

Alejandra Valero, la diseñadora de novias de la nueva jet:

Hasta hoy... con esa especie de paréntesis raro que ha supuesto el coronavirus (un 45% cayeron las bodas respecto al año anterior en 2020). «La verdad es que estoy superagradecida a nuestras novias y me emociono [empieza a temblarle la voz] cuando me acuerdo de lo mal que lo pasaron, y cómo nosotras nos esforzamos por hacer realidad sus sueños. Quisimos acompañarlas en un momento tan duro. Muchas perdieron a seres queridos; o tuvieron que aparcar sus bodas; o les cancelaron a pocos días de la celebración. Venían aquí y me decían: «Da igual, hazme soñar».

La materia con la que se fabrican esos sueños es más que especial: «Usamos materiales poco convencionales en este tipo de vestidos: linos, algodones, tejidos troquelados... También nos encanta recuperar piezas antiguas, encajes, bordados, y darles una segunda vida [me enseña una de las cajas donde guarda tesoros encontrados en anticuarios, algunos tan breves de tamaño que sólo servirán para hacer un par de puños]».

El universo de Alejandra Valero es «a la vez romántico y desenfadado, sofisticado y rústico». Y muy reconocible. «Porque para nosotras es muy importante la identidad. No hacemos un vestido más. Hacemos uno que hay que cuidar, mimar, que ya colgado de una percha hable por sí mismo y pienses: este vestido me lleva al mundo de Alejandra Valero».

Pero ese vestido, el resultado final, ¿cuánto tiene del mundo de Alejandra Valero y cuánto de la propia novia?
Yo diría que un 50-50. Pero por el hecho de que lo más importante es que la novia sea ella misma. Por eso antes de empezar tenemos una larga entrevista con ella donde le pedimos que nos cuente sus gustos, la ropa con la que mejor se ve, su idea del vestido... Necesitamos conocerla, porque sobre una hoja en blanco las probabilidades son infinitas y así no se puede crear. Toda la información que nos da se convierte en un punto de partida. Después reinterpretamos, arriesgamos, apostamos, lo llevamos a nuestro terreno. Ese es nuestro trabajo.

Y no termina, prácticamente, hasta el mismísimo día de la boda. El proceso empieza por lo general un año antes, cuando la novia suele realizar el primer contacto. «Pero lo que es estrictamente el proceso de creación arranca entre siete y nueve meses antes del evento, cuando cierras el boceto. Desde que mides hasta que entregas pasan seis meses».

Eso sí: nada de blanco.
Jajaja, aquí no. Es una de nuestras señas de identidad. No usamos el blanco óptico. Todos nuestros tejidos son tintados con tintes naturales y tendemos al marfil y los tonos beis.
Y al margen de tu estilo, tan marcado, ¿podemos hablar de alguna tendencia marcada?
Se lleva todo. Te piden desde la cola larga más clásica (pero eso sí, que luego se desmonte) hasta un tipo de vestido mucho más cómodo. Colas más cortas. La gente tiene muchas ganas de pasárselo bien después de lo que venimos arrastrando.
O sea, que la tendencia de usar dos vestidos de novia, uno para la ceremonia y otro para el festejo, anda de capa caída.
Es una tendencia... en la entrevista. Muchas novias vienen pensando en eso. Pero luego ven la complicación que supone, o nosotras las hacemos reflexionar sobre el hecho de que ese vestido solo se lo van a poner un día y que deberían disfrutarlo con la máxima intensidad, sin pensar en si te tienes que cambiar o... También depende del tipo de boda. El cambio puede ser adecuado si se trata de una boda muy larga. Pero cambiar por cambiar, no estamos de acuerdo.
¿Qué te horroriza en un vestido de novia?
Que esté sobrecargado. Hay una línea muy finita entre hacer algo muy especial y trabajado, que es lo que hacemos, y pasarte de rosca.
¿Has tenido que disuadir de algo?
Sí. Las novias muchas veces sueñan con un mundo, pero a lo mejor no se han visto vestidas de arriba abajo en ese mundo. Y de repente aparecen con un zapato más arriesgado o de un color que te haría desviar la atención del vestido... Somos muy sinceras y si algo no nos gusta lo vamos a decir.
¿El velo ha muerto?
No. De hecho, para nosotras ni ha muerto ni morirá. Amamos el velo. Yo fui totalmente velada en 2013, cuando nadie lo hacía porque se veía como algo antiguo... Pero es un elemento mágico, lleno de misterio, y a nivel estético nos encanta.
¿El largo sigue mandando?
Sí, pero el midi también está ahí.
¿El toque romántico es un elemento irrenunciable en tus vestidos?
El toque romántico se trabaja en el detalle. Hay una línea entre lo romántico y lo cursi que yo nunca traspasaría.
¿Cuánto cuesta un vestido de Alejandra Valero?
Los cien por cien a medida, a partir de 5.000 euros. También tenemos una línea de colección, que es nuestro mundo expresado a través de unas piezas ya confeccionadas, a partir de 3.500 euros. Son igual de trabajados, pero en base a algo previamente existente, no se hacen desde cero. Y podemos personalizarlos.
La ostentación no está de moda.
No. Nuestra novia no es ostentosa. Es elegante, y ve las cosas como nosotras: menos es más.

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