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Mi Cuenta Registro Un corazón textil empieza a latir fuerte y esperanzado en El Carril Temas Últimas Noticias Últimas Noticias de vida-y-tendencia Sección Editorial Comentá esta noticia

Por hollisterclothingoutlet 13/06/2022 672 Puntos de vista

Son un grupo de 18 mujeres. Viven en un pueblo, pero no se conocían de antemano.Tal vez de vista. Sin embargo, luego de haber compartido un curso de corte y confección de prendas con la diseñadora Fanny Chauqui en la Escuela Municipal de Artes y Oficios (Esmao) de El Carril, se reconocen como miembros de un mismo equipo. Incluso proyectan conformar una cooperativa y proveer de uniformes a empresas e instituciones de la localidad. Laura Cardos (63), Cora Avendaño (49) y Carolina Olarte (44) se inscribieron en noviembre en una capacitación de cuatro módulos (higiene y seguridad, moldería, maquinarias y ensamble). Integraban las dos comisiones con cupos para 20 personas cada una los martes y jueves, de 19 a 21. La perspectiva de presentar sus trabajos en la Expo Carril, que finalmente se llevó a cabo el 18 de diciembre pasado sobre la calle General Güemes, las alentó a esforzarse olvidándose de las horas que iban a comprometer en su tarea. También a amalgamarse dejando de lado el carácter heterogéneo (en edades y conocimientos previos) del grupo para transformarse en un equipo profesional. Reunidas por la diseñadora Fanny Chauqui (50) en el Hotel Salta compartieron con El Tribuno sus experiencias de vida con la costura y sus perfiles emprendedores. Laura Cardos en su juventud se recibió de profesora de Corte y Confección y Lencería en Chicoana. Luego completó un año de perfeccionamiento en la Escuela de Manualidades de Salta Dr. Joaquín Castellanos. Trabajó como maestra especial en Santa Victoria Oeste. Ejerció la docencia durante 28 años. Con la Ley Federal de Educación Nº 24.195 (sancionada en 1993 y derogada en 2006 mediante la Ley de Educación Nacional N° 26.206) debió adaptarse a la nueva currícula de una transformación profunda y supuestamente más acorde con los requerimientos del siglo XXI. Por ello, los contenidos que empezó a impartir se emparentaban más con el área artística que práctica.Mi Cuenta Registro Un corazón textil empieza a latir fuerte y esperanzado en El Carril Temas Últimas Noticias Últimas Noticias de vida-y-tendencia Sección Editorial Comentá esta noticia Mi Cuenta Registro Un corazón textil empieza a latir fuerte y esperanzado en El Carril Temas Últimas Noticias Últimas Noticias de vida-y-tendencia Sección Editorial Comentá esta noticia

“En la escuela donde trabajé iban niños con sobreedad, que necesitaban relacionan las áreas. Yo les enseñaba a hacer moldes para que pudieran relacionarlos con Matemática y Geometría”, ejemplificó sobre aquella época. Actualmente con cuatro hijos de entre 45 y 39 años, 12 nietos y 2 bisnietos, además fuera de las obligaciones laborales formales, se decidió por revincularse con su “trabajo y hobbie”. “Mi meta eran la costura y el diseño. Por eso me anoté en el curso apenas lo vi y me encontré con un método superior al que yo había aprendido. Me sorprendió cómo además de aprender de la profesora también pude aprender de mis compañeras, todas menores que yo. Mi objetivo era actualizarme y ahora es seguir trabajando hasta que pueda hacerlo. Tengo 63 años, pero no me siento de esa edad”, definió Laura.

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“La vida es ahora”, en plena acción en la Escuela Municipal de Artes y Oficios (Esmao) de El Carril.

Cora Avendaño nació en Guachipas y aprendió a coser “de oído”. Miraba a su abuela elaborar uniformes de gaucho en una máquina oscura a pedal. Mientras le cebaba mate, de niña se demoraba absorta mirando cómo su abuela aumentaba la velocidad de sus costuras entre los arabescos enrevesados del aparato. Sin embargo, no le transmitió sus conocimientos a su nieta. “Ella me enseñó a llevar una casa, porque la gente de antes decía que si una se casaba debía agradar a la suegra y al marido. Ella falleció cuando yo tenía 14 años”, contó Cora. Luego, con la virulencia de esa edad, un día le reclamó a su mamá que no le había lavado bien una prenda y que tampoco le había hecho un arreglo que le había pedido. Su progenitora resolvió poner a la hija a coserse sus gustos a mano. Y con ese gesto la llevaría a encontrarse de por vida con una vocación que sería tanto el placer como el pan sobre la mesa. “A los 19 años me junté con mi marido y nos fuimos a vivir a la casa de su abuela. Doña Lola me prestó su máquina de coser y empecé haciéndoles las terminaciones a los pañales de tela”, recordó Cora.

“Primero reciclaba un pulóver de mi mamá, por ejemplo, y le hacía ropa a un hijo mío que había nacido y no tenía plata para comprársela”, comentó. Luego su suegra le regalaría una máquina familiar eléctrica con la que Cora se puso a coser para afuera. Ella enviudó hace diez años y crio a sus siete hijos haciendo arreglos de costura. También diseñando prendas desde cero. De su destreza surgían la atención de los encargos y la ropa que iban a vestir sus hijos. De hecho el impacto que provocaron los vestidos de egresadas que confeccionó para sus cinco hijas atrajo a clientes. Cora tiene su pequeño taller, pero del curso dijo que la había atrapado la “moldería”, aquellos trazados que vuelven posibles las prendas correctas. Aunque tiene otras habilidades manuales como el bordado y el tejido, y otros oficios -es masoterapeuta y cuidadora domiciliaria- la capacitación con Chauqui la llevó a decidirse en exclusivo por la costura. “Me siento en la máquina y me desestreso”, sintetizó. Carolina Olarte hace unos años quedó desempleada de una empresa de tabaco y se puso un local de expendio de comida en La Viña. Cursó un año de corte y confección en una escuela técnica de El Carril, volvió a clasificar tabaco y se entusiasmó con la propuesta de Fanny. “En la técnica había aprendido, pero me faltaba algo. Cortaba un molde, pero quería aprender otros métodos, porque no todos son iguales. Me gusta más diseñar, pero tenía que afianzarme para cortar las prendas”, relató.

Su hija del medio, de 23 años, es la destinataria de esas piezas que se planteaba como “un prueba y error”, pero que con la práctica terminaban quedando dignas. Ahora que se dio un espacio para aprender ya se animó a atender encargos. Y ponderó a sus compañeras. “Este grupo es muy unido y hubo mucho compañerismo entre nosotras. Una cortaba, la otra cosía, la otra pegaba las mangas. Éramos un equipo. Creo que se puede trabajar bien y pensar en un futuro en hacer algo juntas, en formar una cooperativa o un taller”, señaló.

A su lado Chauqui sonrió porque se sabía entre sus alumnas más resilientes. Ella contó que de 40 estudiantes habían quedado estas 18, el equipo al que denominó “La vida es ahora”. “Lo más bonito de ellas es que trabajaron por igual y si les puse ‘La vida es ahora’ es porque les digo que no pueden poner la energía en el mañana, sino en el ahora”, definió. Sin embargo, Fanny con esto no las ha limitado, sino que les ha dado vientos a las alas de sus alumnas, porque es la más consciente de su capacidad de trabajo. En quince días tuvieron terminados polleras, vestidos, camisas y pantalones. Un prodigio que sin dudas merece el incentivo estatal.

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