Se trata del “método de los dos minutos”, que cada vez gana más adeptos porque permite realizar tareas simples y cotidianas y eliminarlas de la limpieza general casi sin darte cuenta. Se trata fundamentalmente de un cambio de hábitos.
Aunque algunas puedan parecer una obviedad, generar estas costumbres puede ser la clave para terminar con las jornadas eternas e infructuosas de limpieza.
Es muy simple: si una actividad tarda menos de dos minutos en completarse, no debe posponerse para más tarde, sino que debe realizarse de inmediato. A continuación, algunos ejemplos:
Y así, de esta forma, vamos a tener una casa como la queremos tener.