“Nadar es comomeditar en movimiento. Lo mejor de mí, afloradentro del agua”, explica Christian Jongeneel, un nadador de aguas abiertas que, entre otras gestas, ha completado la travesía nocturna de la Puerta de la India. En total, 40 km nadando a oscuras por el Ganges, sin traje de neopreno y entre grandes corrientes, en una travesía en la que los tiburones hacen acto de presencia en un 20% de las ocasiones. Los fondos que recauda este malagueño de padres holandeses los destina al proyecto Brazadas Solidarias que impulsa la Fundación Vicente Ferrer en la India.
“Nadar es una liberación física. Me hace disfrutar casi tanto como cuando bailo con mi silla de ruedas alguna canción de Glenn Miller”, reconoce Mari Carmen Riu, la primera medallista paralímpica española. Fue en 1968 en Tel Aviv (Israel) cuando Riu se colgó dos medallas de plata.
“Nadar me hace sentir vivo”, manifiesta Jordi Granada a sus 85 años, tras completar unos largos en las corcheras del Club Natació Atlètic-Barceloneta. “Además del matrimonio y los hijos, ha sido la gran ilusión de mi vida”, señala este antiguo jugador de la selección española de waterpolo que todavía recuerda como si fuera ayer cuando se enfrentó a Holanda en 1960 en el preolímpico (“ganaron ellos 4-3”, dice).
Nadas me hace sentir vivo. Además del matrimonio y los hijos, ha sido la gran ilusión de mi vida”
Jordi GranadaJugador de la selección española de waterpolo“La natación me ha dado mucha resistencia física y mental, además de fortalecerme el espíritu”, responde María Ballesté, nadadora en los Juegos Olímpicos de Tokyo de 1964, al ser preguntada sobre qué le ha dado la natación en su vida diaria, con la perspectiva del tiempo. “A veces pasas una mala semana pero luego llegas al agua, nadas y te sientes otra vez optimista y reconciliada con el mundo”, explica la que fuera campeona de España en múltiples modalidades (100, 200, 400, 800 metros, 100 mariposa, etc.), entre 1961 y 1968. “Pero lo que más me ha dado la natación es agradecimiento”, apostilla.
A su lado, Miquel Torres, su marido, asiente. También él disfrutó de tres Juegos Olímpicos (Roma´60, Tokio´64 y México´68). De hecho, fue Torres quien se apercibió de que aquella chica rubia y delgada que calzaba un 40 de pie y nadaba en la piscina descubierta del Club Natació Sabadell prometía mucho. Por aquella época, Torres era casi tan conocido como Manolo Santana, tras ser el primer español en colgarse una medalla de plata en la prueba de 1.500 metros que se celebró en Leipzig (Alemania) por el campeonato de Europa.Resulta menos conocido que por entonces no había piscinas de 50 metros en la península, por lo que tanto él como su futura mujer, Maria Ballesté, prepararon la carrera en una balsa de regadío en Rellinars (Barcelona).
Beneficios
Respirar,contener el aire, impulsarse y deslizarse sobre el agua, respirar de nuevo, y dejar la mente en blanco y fluir con el agua, he ahí una posible definición de nadar
“Tener la cabeza metida tantas horas dentro del agua –explica Torres– me ha servido en para tener mucha autodisciplina y para que algunas cosas me hayan parecido algo más fáciles de alcanzar en la vida diaria”, desvela este plusmarquista.
En De qué hablo cuando hablo de correr (Tusquets), el escritor japonés Haruki Murakami explica que realizar repetidamente cualquier acto, por trivial que sea (y pone como ejemplo, afeitarse), encierra una filosofía. Murakami empezó a practicar footing casi a diario en 1982, cuando tenía 33 años. En aquella época, fumaba 60 pitillos diarios y pesaba algunos kilos de más. Por si fuera poco, no sentía atracción alguna por el deporte, del que había quedado harto en el colegio, y mucho menos por ideas del tipo: “Venga, salgamos todos a correr y llevemos una vida saludable”. El caso es que Murakami se apuntó a una carrera de cinco kilómetros y quedó tan prendado del sonido de sus zapatillas sobre el asfalto como lo estaba de Red Hot Chili Peppers. Por lo que el escritor descubrió luego, el éxito del running radica en conectar con uno mismo y en sentir la satisfacción de entregarse a fondo.
Lee tambiénLas rutinas, el arma más poderosa para tener una mente muy despierta
Antonio Ortí“Nadar me ha hecho sentirme útil como persona”, admite Jordi Granada. “Durante muchos años, trabajé como un animal vendiendo pescado en Mercabarna desde muy temprano”, relata este barcelonés nacido en 1936 sobre el hecho de ponerse a trabajar con 14 años. “Poder nadar al terminar la jornada se convirtió en un complemento que necesitaba mucho. Yo trabajaba porque tenía que trabajar, pero nadar es lo que me ha hecho sentirme útil como persona”, explica a sus 85 años el primer internacional del antiguo Club Natació Atlétic, una entidad fundada en 1913. Incluso ahora, cuando está pendiente de ser operado de la espalda, puede verse a Granada cada día nadando 600 metros en este club centenario del barrio de la Barceloneta. Su gran pasión no le ha abandonado nunca, hasta el punto de haber sido entrenador de waterpolo y haber ganado varios campeonatos de España de natación de veteranos, ya con 75 años. “Muchos de mis grandes amigos vienen de la natación. Seguiré nadando hasta que pueda porque me da seguridad”, adelanta.
Lee tambiénDiario de un mosquito: cómo, cuándo y por qué te voy a picar este verano
Antonio Ortí“Cuando estoy en el agua hago lo que quiero”, señala Ríu sobre el hecho de llevar nadando desde los 7 años, cuando le diagnosticaron poliomielitis. Fue entonces cuando los médicos aconsejaron a sus padres que la llevaran a la playa. “Al principio, nadaba a mi estilo. Fue después del verano, cuando tuve que ir cada día a nadar a la piscina del Club Natació Catalunya, que entonces estaba en la Travessera de Gràcia. Allí aprendí a nadar”, rememora. “Al llegar el invierno, seguía necesitando nadar, por lo que mis padres contrataron a un entrenador. Estuve con él desde los 7 hasta los 15 años. Un día, al verme nadar, alguien me comentó si quería ir a las olimpiadas” relata sobre las dos medallas de plata que acabaron colgando de su pecho en 1968.
El año pasado fui a l'Estartit y como es muy complicado subir la silla de ruedas a la embarcación, me tiraron por la borda cerca de la playa y volví nadando”
Mari Carmen RiuAhora, con 69 años, Ríu nada cuando le apetece. “El año pasado, por ejemplo, fui en barca por L´Estartit (Girona) y, como es muy complicado subir la silla de ruedas a la embarcación, lo que hacen es tirarme por la borda cerca de alguna playa para que vuelva nadando. Para mí, la vida es disfrutar y dentro del agua lo consigo”, sigue diciendo. “La natación me ha ayudado a que todo sea más divertido”, admite.
Cuando alguien se sumerge en el agua, la sangre se desplaza desde las extremidades hacia el corazón y los pulmones, lo que incrementa la eficiencia del sistema cardiovascular y tiene un efecto terapéutico. Asimismo, al nadar, el agua opone una suave resistencia que obliga a trabajar a todos los músculos del cuerpo para vencerla.
Ensimismamiento
Los nadadores dicen que nadar les permite escapar de la cotidianeidad y entrar en una especie de aislamiento personal que les permite conectar con su interior
Según señalan las nadadoras y nadadores consultados en este reportaje, nadar permite escapar de la cotidianidad y entrar en una especie de aislamiento sensorial que facilita conectar con el interior de cada cual, en medio de la tempestad de espuma blanca que desata el agitar los pies y brazos al deslizarse.
Se quedó junto al bar un momento, cuidando de no enredarse en ninguna conversación que pudiera retrasar su travesía. Cuando parecía a punto de verse rodeado, se lanzó al agua y nadó...”
John CheeverExtracto del relato 'El nadador', del que se hizo una película interpretada por Burt LancasterEn un relato de John Cheever de 1968 titulado El nadador , del que se hizo una película interpretada por Burt Lancaster, uno de los personajes (Neddy Merrill) quiere llegar hasta su casa cruzando a nado las piscinas de los vecinos de su zona residencial. Para ello, debe sortear las fiestas organizadas en derredor de cada piscina. En una de las paradas, Neddy “se quedó junto al bar un momento, cuidando de no enredarse en ninguna conversación que pudiera retrasar su travesía. Cuando parecía a punto de verse rodeado, se lanzó al agua y nadó”. Visto así, el agua no deja de ser una burbuja en la que es posible eludir cualquier presión social para vivir con mayor intensidad un afición que, por lo que cuentan quienes la practican, es, además de un deporte, una forma de entender la vida.
Las mil y una crónicas del agua
La fascinación que ejercen los océanos, mares, lagos, ríos, balsas y piscinas se remonta a la antigüedad. Eurípides escribió que “el mar restablece la salud de los hombres”. Por su parte, los romanos se bañaban en piscinas de agua caliente y pasaban después al frigidarium –un vigorizante baño de agua fría– que cerraba los poros y dejaba a los bañistas como nuevos.En el Imperio romano, la instrucción militar de los jóvenes incluía nadar y bañarse en el río Tíber. Sin ir más lejos, Julio César fue descrito como un diestro nadador que consiguió escapar de los egipcios en la batalla de Alejandría, el año 48 a.C, lanzándose al mar.También los samuráis idearon una amplia variedad de técnicas natatorias para flotar durante largos períodos, vadear ríos impetuosos y sorprender al enemigo. Para ello, dieron primacía a la gracia y la elegancia, con movimientos pausados que reflejaban fenómenos como ondas y olas, de tal modo que el cuerpo y el agua pudieran moverse armónicamente como si fueran uno.Son incontables los científicos y pensadores que han mecido sus ideas en el agua. Mientras estuvo destinado en Londres, entre 1757 y 1775, Benjamin Franklin, por ejemplo, nadaba a diario en el Támesis. El baño frío era una terapia muy en boga entonces, lo que llevó al inventor del pararrayos a bañarse desnudo con asiduidad durante su larga vida.En cuanto al poeta Lord Byron, cruzó a nado en 1810 el Helesponto –el peligroso estrecho de más de seis kilómetros conocido como los Dardanelos– desde el Egeo hasta el mar de Mármara, nadando con la marea desde Europa hasta Asia. Byron, cuenta Tsui en ¿Por qué nadamos?, estaba obsesionado con la natación. La deformidad que padecía en una pierna afectaba severamente a su modo de andar. “Me deleito en el mar –escribió–, y salgo con una efervescencia de espíritu que nunca siento en otras ocasiones”. Byron fantaseaba con haber sido un tritón en una vida anterior y después de su exitosa travesía del Helesponto, alumbró Escrito después de nadar de Sestos a Abidos, un poema satírico.Por su parte, el naturalista británico Roger Deakin afirmó en Diarios del agua que la natación posee una cualidad trasformadora a lo Alicia en el país de las maravillas: “cuando entras en el agua, ocurre como una metamorfosis”, observó.El fallecido neurólogo y escritor Oliver Sacks reconoció escribir libros mentalmente mientras nadaba. También Henry David Thoreau se levantaba muy temprano para nadar mientras escribía Walden en una cabaña situada a 30 minutos de Boston. Él lo describía como “un ejercicio religioso” que le ayudaba a vivir pausadamente y le permitía encauzar su vida interior. “Renuévate por completo cada día; hazlo una vez, y otra, y siempre”, puede leerse en Walden.