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Daniel Henarejos: "El kendo no es violento, vale para templarte y se parece más a una partida de ajedrez que a un combate"

Por hollisterclothingoutlet 10/07/2022 675 Puntos de vista

¿Cómo entró el deporte en su vida?

El deporte lo he hecho desde pequeño, pero es verdad que no tenía unas cualidades especiales. Salía con la bici y jugaba al fútbol. También hice kárate y judo, pero tuve una etapa en la adolescencia rebelde y me dio más por el cómic y dibujar, actividades más de quedarme en casa, aunque también jugaba al tenis y el voleibol.

¿Y las artes marciales?

Desde los 17 o 18 años, por mi espíritu alternativo, empecé a hacer escalada en la Universidad y como soy muy inquieto, también probé el yoga y la capoeira, pero lo dejé. Y ahí apareció el kendo por un anuncio que vi en internet allá por el año 2004, donde decía que dos personas venían a Murcia a entrenar en un pabellón.

¿Sabía qué era el kendo?

Había visto imágenes en libros y en algún manga y flipaba viendo esas armaduras. Yo creía que a Murcia eso no iba a llegar porque estaba en Madrid, Barcelona, País Vasco, Valencia y Baleares. Navegando por un foro de internet vi que los viernes por la tarde quedaban en un pabellón de Murcia y un día me presenté allí, con la ropa de capoeira, algo que todavía me recuerdan mis compañeros a día de hoy porque iba con colgantes hippies, y eso contrastó mucho con la indumentaria del kendo, que es muy sobria. Eso fue en 2005, cuando tenía 16 años.

¿Qué ha llegado a ganar?

He sido campeón regional y he estado en Campeonatos de España por equipos, donde siendo seleccionador estuvimos a punto de conseguir la medalla de bronce. Este año también he llevado al equipo masculino senior porque no hemos podido hacer femenino por chicas que se han ido fuera a vivir y también por las medidas de seguridad del covid.

¿Qué hay que tener para practicar el kendo?

Para el kendo no hace falta tener nada especial. Lo que más me ha llamado la atención es que en torneos en Japón hay senseis de 70 y 80 años que siguen practicándolo. No hay edad ni limite de condición física porque hay gente que va a competición, pero también otra que solo practica cada quince días porque no tiene más tiempo. El kendo es la esgrima japonesa, llevamos una armadura con las protecciones para la esgrima tradicional, una catana y el ataque es más circular.

Pero este deporte no es violento.

No, es al contrario, vale para templarte. Se parece más a una partida de ajedrez que a un combate. Se trata de conseguir que el oponente haga algo y aprovechar tú para realizar una contra técnica o pillarlo desprevenido. Desarrollas reflejos, fortaleza mental y muscular, pero se trata sobre todo de ser menos violento.

Daniel Henarejos:

¿Hay niños que se acercan al kendo?

Todavía tenemos déficit porque es un arte marcial que está costando un poquito más de implementar. Hasta ahora no teníamos los equipos para los niños, el sable para ellos y los monitores no estaban tan especializados, pero ya hay muchas escuelas en España y en Murcia también tenemos una donde hacen actividades enfocadas a ellos y les resulta muy interesante porque realizan todo tipo de trabajo, como volteretas o jugar con pivotes que desarrollan sus capacidades.

Le faltará promoción.

Sí, falta promoción, más seguidores y también alguna instalación.

Usted no solo hace kendo, también pinta.

Pues esa vena artística la he tenido desde pequeño y ha ido desarrollándose ese arte. En el instituto dibujaba y vendía mis propios cómics por 25 pesetas. Y luego empecé a pintar grafitis con un amigo que es uno de los mejores que hay en Murcia. Después me metí a estudiar Bellas Artes, carrera que tengo a medio, hice un par de exposiciones y sigo dibujando a día de hoy, por supuesto.

¿Qué le gusta dibujar?

Me gusta mucho dibujar paisajes naturales y urbanos, así como la figura humana, que me encanta. Dibujar es como una meditación porque te sumerges en lo que pintas y te quedas absorto.

Pero usted es enérgico.

Sí, pero cuando me pongo a dibujar desconecto, cambio el chip, es mi forma de meditar, me abstraigo y me puedo tirar horas dibujando y mirando algo porque soy bastante energético.

¿Es de las personas que sale y si ve algo que le inspira le hace una foto?

Sí. Ahora estoy haciendo menos de lo que me gustaría por las exigencias del trabajo, pero en cuanto pillo un hueco cojo mi cuaderno y dibujo. No lo muestro, lo hago para mí, aunque si un día encuentro algo como para enseñarlo, haré otra exposición.

Entonces ahora no vende.

No, solo para mí.

Cambiando de tema. Vayamos a otra faceta suya. ¿Cómo le ha cambiado la vida el coronavirus a los farmacéuticos?

La ha cambiado totalmente, como al resto de la sociedad, pero a nosotros en particular, porque todos los boticarios y los que hemos trabajado dentro de la farmacia, hemos asumido estos dos años una responsabilidad para nuestros vecinos y conciudadanos en los entornos donde nos ha tocado trabajar. Hemos sido un enlace, con las dificultades que tenía la atención primaria y la sanidad en particular, un eslabón cercano. Al estar colapsados los hospitales, muchas veces no hemos sido los que proporcionaban simplemente la medicación, ya que también éramos los que consolábamos.

La sociedad también se ha dado cuenta de la labor que hacen ustedes.

Nosotros estamos dentro del sistema de salud y somos sanitarios, pero somos unos sanitarios que estamos a pie de calle. El farmacéutico explica los análisis y da indicaciones de qué hacer. Hemos asumido un montón de riesgo desde el principio porque no había mamparas ni nada, nos hemos tenido que enfrentar a esta situación sin guantes ni mascarillas, a pecho descubierto. Hemos sufrido por darle a nuestros vecinos un servicio y por eso en ocasiones hemos tenido que comprar cosas más caras.

No ha estado regulado el mercado como hasta ahora el test de antígenos.

Así es. También te digo que ningún farmacéutico se ha querido lucrar por encima de lo que marca la ley y la ética. Nosotros queremos dar el servicio y cuando no había algún producto, tenías que comprar caro y vender con el mismo margen.

El Gobierno ha tardado mucho tiempo en regularlo todo.

A nosotros nos habría venido mejor que lo hubieran regulado desde el principio y el Gobierno hubiera tenido de sobra para abastecer y vender al precio normal. Así nos habríamos quitado historias y follones porque todo el mundo opina sin saber. La farmacia no es un negocio con el que nos queramos hacer ricos, porque ganar cuatro euros no es el objetivo de un farmacéutico. En mi farmacia, que trabajamos mi madre y yo, que somos los titulares, formamos dos equipos y un día trabajábamos 14 horas y otro descansábamos, sin ver si era sábado o domingo. Así estuvimos durante los dos primeros meses de la pandemia, teniendo que llevar medicinas a la gente y dejándolas en la puerta a vecinos que no podían salir, como gente mayor y con esclerosis múltiple. También cogía la tarjeta de crédito de gente mayor para poder sacarles dinero porque les hacía falta, recogía compras del supermercado y, en fin, fuimos solidarios como el resto de la gente, porque nuestra vocación es de servicio. Fue una época muy dura y a más de uno nos pasó factura después porque en ese momento llevábamos un ritmo muy alto.

Es que no estábamos preparados para vivir algo así ni para estar encerrados en casa.

Claro. Recuerdo ir hacia Torrevieja solo por la carretera y de repente salirme una tanqueta del ejército para pararme. Me paró varias veces la Guardia Civil, me pedía que dijera dónde iba y tenía que explicar que era farmacéutico. También había negacionistas a la farmacia que venían y casi me costaba pelearme con ellos. Toda esa gestión fue dura.

¿Qué opinión tiene de los negacionistas ahora que se ha puesto tan de moda por el caso Djokovic?

Desde el principio he intentado explicar a cada nivel. Yo primero estudié Ingeniería y después Farmacia, donde ya analizábamos los virus ARN que decían que habían salido de la nada, pero no llevaba mucho tiempo. La gente me venía contándome una serie de bulos, con cosas que les llegaban al móvil y más historias.

Es que los bulos proliferaron de forma masiva.

Era un disparate y se mezclaba todo. Desconozco el origen del virus, los intereses internacionales económicos, pero una vez que el virus se generó y la letalidad que tenía, había que buscar una solución. Mucha gente me decía que una vacuna no se podía hacer en tan poco tiempo, pero les explicaba también que ahora los laboratorios están conectados y que la información que hay no es la misma que hace veinte años.

Ahora mismo la comunicación es instantánea.

Correcto. Todos los laboratorios se pusieron en contacto y empezaron a desarrollar la vacuna, pero te encuentras con resistencia y se ha intentado hacer una labor divulgativa, pero hay mentes en las que no puedes entrar. Yo tuve muy claro desde el principio que me tenía que poner la vacuna porque no se puede vivir con miedo.

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